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domingo, 23 de agosto de 2009

Historias fantásticas de un diletante - Pu Sung-Lin

Este libro es de Pablo y la Tana... me lo prestaron hace un montón y por esas cosas de la vida, cuando quise devolverlo se escondió en mi biblioteca, y ahora ellos viven lejos y ya no se si podré devolverlo. Por suerte.
Porque es una maravilla.

Algunos datos sobre el autor, la contratapa dice: "Nacido en 1640 en la aldea de Gaochuan, perteneciente a la actual provincia de Shangdung, Pu Sung-Lin es uno de los grandes escritores de la dinastía Ching (1644-1911). Su pertenencia a la etnia Han, duramente perseguida por los derrocadores de los Ming (1368-1644), le imposibilitó llegar tan lejos en la carrera funcionarial como su ingenio y formación hacían prever. Aunque alcanzó la máxima calificación en los exámenes que, con tal propósito, convocaba periódicamente la corte, nunca llegó a tomar posesión de su cargo, viéndose obligado a desempeñar funciones docentes en centros apartados del bullicio de las grandes ciudades. Sólo antes de su muerte, acaecida en 1715, accedió, finalmente, al funcionariado, aunque ocupó una de las posiciones más bajas de todo el escalafón.
Las Historias fantásticas de un diletante recrean un mundo extraño, en el que el terror está siempre presente, aunque no llega a trasponer en ningún momento los límites de lo macabro, y el universo de los sueños se entremezcla con el de la vigilia. Expresión del sentir taoísta, constituyen una auténtica negación de fronteras ontológicas rígidas: lo inanimado se convierte, así, en vivo; se confunden el presente y el pasado, el mundo del más allá retorna machaconamente a éste, y todo se reviste de una desconcertante capacidad metamórfica. "

Son cuentos cortos, historias circulares, sin moraleja, sin moral, sólo son cuentos... yo no se si eso es porque el tipo es de otro siglo o de otra cultura, pero la verdad es que da una paz infinita leerlo. Te sorprende. No es hollywodense vistes?
Una verdadera joya.

Les copio uno.

Mudapiel

En Taiyuan vivía un literato apellidado Wang, al que le encantaba madrugar y dar interminables paseos por el campo antes de que hubiera salido el sol. Un día se topó con una muchacha cargada con un hatillo. Sus ropas estaban totalmente cubiertas de polvo y su deambular era tan cansino como el de un animal recién apaleado. Lo más sorprendente era que no debía tener más de 16 o 17 años, aunque su hermosura superaba a la de cualquier otra mujer de esa edad.
Picado por la curiosidad, el literato Wang se llegó hasta ella y le preguntó:
-¿Se puede saber a dónde vas tan temprano?
-Me temo que ese no es un asunto que os incumba- respondió la muchacha en tono de voz tan triste como el repiqueteo de la lluvia en el bosque.
-Así es- reconoció el literato Wang -, pero me ha llamado la atención tu juventud y la pena que parece atenazarte.
La muchacha levantó sus bellísimos ojos y explicó a punto de echarse a llorar:
- Mi mala fortuna comenzó, cuando mis padres decidieron ofrecerme en matrimonio a un hombre tres veces mayor que yo. Su esposa primera, envidiosa de mi belleza, me trató desde el primer día como una esclava y no me ha quedado más remedio que escaparme de casa.
-Si quieres- se aventuró a decir el literato Wang, compadecido de su suerte - puedes ir a descansar a mi casa. Está muy cerca de aquí.
La muchacha sonrió y aceptó, complacida, tan desinteresada invitación. El literato Wang tomó su hatillo y la condujo hasta un pequeño palacete que se levantaba a la orilla del camino. La muchacha se extrañó de que no hubiera nadie en su interior y preguntó:
- Cómo es que no se ve a ningún sirviente? es que, acaso, vivís solo?
-Por supuesto que no - contestó el literato, sonriendo-. Lo que ocurre es que este es el lugar en el que me siento a escribir y no quiero que nadie me moleste.
Se le iluminó el rostro a la muchacha y exclamó:
-¡Qué suerte poder tener un sitio como este para leer y meditar! si no os importa, me gustaría quedarme a vivir aquí cierto tiempo. Lo que si os agradecería es que no hablarais a nadie de mi. Las historias tristes sólo emocionan al que las padece.
El literato Wang dio su consentimiento y se acostó con la muchacha, como si fuera una más de sus concubinas.
Sus momentos de amor se repitieron a lo largo de los días siguientes. Nadie podía sospechar que en un sitio tan austero puediera desarrollarse una historia tan cargada de ternura. Fiel a su promesa, el literato Wang no comentó con nadie la existencia de la muchacha. Sólo con su esposa se atrevió a hablar de ella en unos términos tan entusiásticos que la mujer se convenció en seguida que se trataba de la concubina de algún personaje importante.
Temerosa de las consecuencias, aconsejó a su marido que la despidiera cuanto antes, pero él se negó a hacerlo, porque cada vez estaba más encaprichado de su belleza.
Un día, siguiendo su costumbre, salió a pasear muy temprano. Apenas había recorrido cuatro kilómetros, cuando se too con un taoista, que le preguntó con el rostro demudado:
-¿ Quereis explicarme qué es lo que os ocurre? ¿Habeis tenido ultimamente algún encuentro fortuito con el mundo de los espíritus?
-No-contestó con determinación el literato Wang-.¿ Se puede saber por qué me lo preguntais?
- Porque vuestro cuerpo se halla inmerso en el aura de la desgracia- respondió el taoista-.¿ De verdad que no os habeis relacionado con nadie del otro mundo?
El literato Wang juró y perjuró con tanta insistencia que no había visto a nadie desconocido que, dándose la vuelta, el taoista comentó para sí en voz alta:
-¡ No hay quien entienda a ciertos hombres! llevan en su frente la marca de la muerte y aún se atreven a negar que hayan tenido alguna relación con el mundo de los espectros. ¡ No comprendo a que viene tanta fidelidad con quienes sólo buscan nuestro mal!
Al oírlo el literato Wang se puso a temblar de miedo, pero no dijo nada. Camino de casa repasó los nombres de todas las personas con las que había entrado ultimamente en contacto y descubrió que sólo la muchacha era una total desconocida para él. Pese a todo, sacudió la cabeza y dijo :
- No, no. No es posible que alguien tan hermoso como ella sea un espíritu. Lo más seguro es que ese taoísta haya querido tomarme el pelo. Algunos adivinos son capaces de afirmar que la luna ha dejado de existir, sólo por sacar unas monedas de más a los incautos. Pero, gracias al Cielo, yo no soy tan ingenuo.
Para demostrarse a si mismo que los temores del taoísta no tenían ningún fundamento, se dirigió al palacete que ocupaba la muchacha. Se sorprendió de que todas sus puertas estuvieran cerradas a cal y canto. Picado por la curiosidad, saltó la tapia sin que nadie le viera y se llegó hasta la ventana del dormitorio principal. No le costó ningún trabajo hacer un pequeño agujerito en el papel de arroz que protegía los vanos.
El corazón le latía descontrolado cuando acercó a él el ojo. Lo que vió lo dejó totalmente sin aliento. Sentado en la cama, había un espíritu de rostro azul-verdoso y unos dientes afilados como sierras. Junto a ella descansaba una piel humana. Con una pericia propia de un artista la tomó en sus manos, toscas como la roca, y empezó a dibujar en ella un rostro de mujer. Cuando hubo concluído esa tarea, la sacudió ligeramente y se la puso, como si fuera un vestido.
En un abrir y cerrar de ojos la espíritu se transformó en la hermosísima muchacha con la que el literato Wang había yacido tantas veces durante las últimas semanas.
Presa del pánico, el hombre volvió a saltar la tapia y corrió en busca del taoista, pero nadie supo darle razón de él. Parecía como si se lohubiese tragado la tierra. El literato no se desanimó. Salió de la ciudad y continuó buscándole por los campos. Tras muchas horas de camino consiguió darle alcance en el centro de un páramo y , echándose a sus pies, le su`licó que le liberara de aquel espectro, que estaba quitándole la vida.
-De acuerdo- contestó el taoísta-. Te ayudaré , pero debes tener presente que la cosa no es tan fácil como parece. Para empezar, ese espíritu acaba practicamente de alcanzar ese estado y no me gustaría atormentarle más de lo necesario. Te diré lo que puedes hacer: Coloca este rabo de Yak a la puerta de tu dormitorio y acude mañana por el mediodía al templo de Ching-di a contarme como ha ido todo.
El literato tomó con mano temblorosa el plumero de cerda de yak que llevaba el taoísta a la cintura y regresó a su mansión. Tenía tanto miedo que no podía ni colgarlo de la puerta de la alcoba. Tuvo que hacerlo su mujer, aunque no comprendía a que obedecían todas aquellas precauciones.
A media noche empezaron a oirse en el pasillo unos ruidos tan estremecedores como los que producen las hienas, al quebrar los huesos. Picada por la curiosidad, la señora Wang abrió la puerta del dormitorio y vio a la muchacha. Su rostro parecía haberse vuelto de fuego y sus ojos brillaban como ascuas encendidas. Su aspecto era tan horripilante que la pobre mujer por poco se muere del susto.
La falsa muchacha trató de entrar, una vez tras otra, pero, al ver el plumero de rabo de yak, retrocedía, rechinando los dientes. Por fin se armó de valor y, lanzando un grito espeluznante, cogió el plumero del taoísta y empezó a arrancarle las cerdas, una por una.
-¿ Qué se habrá creído ese engreído?-gritaba, mientras lo hacía-. ¿Qué van a obligarme a devolver lo que ya me he comido?¡ Muy tonto tiene que ser para creer que puede detenerme con esto!
Cuando hubo terminado de pelar el plumero, se abalanzó sobre el lecho en el que yacía el literato Wang, le abrió las enrañas y , después de mucho rebuscar en ellas le arrancó el corazón. A continuación lanzó una terrible carcajada de triunfo y se tiró por la ventana.
La mujer del infortunado literato estaba tan aterrada que pasó media hora antes de que pudiera gritar. Los criados acudieron en tropel en su auxilio y vieron a su amo tumbado en el lecho con el vientre totalmente destrozado. La sangre había salpicado las paredes de tal forma que, más que un dormitorio, parecía la tienda de un carnicero.
Al amanecer corrieron a comunicar lo ocurrido al hermano de su señor, que vivía muy cerca de allí. Horrorizado, el menor de los Wang se puso enseguida en camino y llegó al templo de Ching-di unos minutos antes del mediodía. El taoísta esaba esperándole impaciente. Al enterarse de lo sucedido, montó en cólera y exclamó, fuera de sí:
-¡Maldito espíritu! me propuse no hacerle daño, porque le consideraba menos perverso que a los demás, y ¿se ha comportado con semejante crueldad?¿dónde se ha escondido esa bestia?
Nadie supo decírselo, porque había desaparecido nada más arrancar el corazón a su antiguo amante. Sin inmutarse, el taoísta escudriñó la distancia y volvió a preguntar:
-¿ A quién pertenece esa casa que se levanta hacia el sur?
-A mí- respondió el hermano del literato muerto-. Es mi hogar.
-Pues prepárate, porque ese malvado se ha escondido precisamente ahí- explicó el taoísta.
El menor de los Wang se negó de plano a creerlo. Sonriendo, el taoísta preguntó, una vez más.
-¿Ha llegado ultimamente a tu casa algún desconocido?
El menor de los Wang partió a averiguarlo a todo correr. Regresó a los pocos minutos temblando de miedo.
-Teneis razón- dijo, dirigiendose al taoísta-. Esta mañana se presentó frente a mi mujer una anciana pidiendo ser contada entre el número de nuestros criados. Mi esposa se compadeció de ella y terminó aceptándola. ¿Qué os hace creer que se trata de ese monstruo malvado?
Por toda respuesta el taoísta tomo una espada de madera y acompañó al menos de los Wang hasta su casa. Sin detenerse a saludar a nadie se dirigió al jardín de la parte posterior y, colocándose justamente en su centro, gritó con voz potente:
-¿Dónde te has escondido monstruo infame? Sal enseguida, porque he venido a pedirte cuentas por haber destrozado mi plumero de cerdas de yak.
Al oírlo, la falsa anciana cambió de color y corrió hacia el jardín. Movida por una fuerza sobrehumana, se arrojó a los pies del taoñista y empezó a lanzar unos gemidos que recordaban a los chillidos desesperados de un cerdo al ser sacrificado. Se le desprendió al mismo tiempo la piel humana que la cubría y apareció un ser horrible de rostro azulado y dientes tan afilados como dagas.
Sin inmutarse, el taoísta levantó su espada de madera, y le cortó la cabeza de un golpe certero. Ante el asombro de todos el monstruo se transformó en unos remolinos de humo fétido, que barrieron en suelo del jardín. No pudieron hacer daño a nadie, porque el taoísta sacó un pequeño recipiente, lo destapó y lo dirigió hacia aquel extraño humo de insoportable hedor.
Las volutas fétidas se precipitaron en su interior como atraídas por una fuerza misteriosa. Después de tapar el frasco, el taoísta volvió a metérselo entre la faja y abandonó tranquilamente la mansión.


(Gracias Diegote por ayudarme a tipearlo)

3 comentarios:

NORA dijo...

¡Dios mío!!! Me encantó!!! QUIERO ESE LIBRO YA!!!Dime se consigue fácil? Me encantan las historias de terror-suspenso, gracias por el aporte! besos.

Caro -Vainilla - RUBIAAAAAAA dijo...

Hola Nora, bienvenida, me alegra que me hayas dejado un comentario...
Sobre el libro la verdad es que no se que tan difícil puede ser, yo lo tengo "prestado hace mucho". Pero ayer puse el nombre en Google y salió en seguida la tapa, así que es probable que esté...
te lo recomiendo.
Saludos

Unknown dijo...

Yo lo tenia lo preste y nunca me lo regresaron es un excelente libro con historias fascinates que te dejan una hermosa reflexión con sabiduría. Super recomendado